Paso la Virgen Soledad, año 1900. |
A las cinco se abre la puerta del convento, vuelve a salir la cofradía del Santo Entierro y se hace un silencio que hasta los pájaros dejan de piar. Suena la Marcha Real en la banda de música y la misma voz de todos los años me dice lo de siempre:
—Esta Virgen
es la más bonita, dónde va a para...
De repente,
se escucha la voz del capataz:
— ¡A ésta es!
—, cuyo eco llega hasta la última trabajadera, y un manto negro, salido de las
agujas de un taller casero fontaniego se eleva al cielo. Un penitente con
sandalias, con capa blanca cuyo filo es negro, con fajín también negro, con
escudo bordado, aprieta el cirio con su mano desprovista de anillo, y se
estremece al sentir ese pálpito a la salida de su cofradía del convento de San
José, pues le suena a recuerdo y a la vez a nuevo, mezclando el olor a incienso
con el grito de la “levantá” del capataz.
Alzar los pasos por los costaleros y por las costaleras es un arte; el más difícil de explicar, porque esas emociones hondas, esas sensaciones arrastradas desde la niñez, ese percibir lo inefable, el sentir el peso sobre tus hombros, es tan difícil de explicar como la poesía o la música. La voz temblorosa y sostenida del capataz se alza sobre el murmullo de la bulla, porque en Fuentes hasta el murmullo de la bulla es cofrade en Semana Santa.
Alzar los pasos por los costaleros y por las costaleras es un arte; el más difícil de explicar, porque esas emociones hondas, esas sensaciones arrastradas desde la niñez, ese percibir lo inefable, el sentir el peso sobre tus hombros, es tan difícil de explicar como la poesía o la música. La voz temblorosa y sostenida del capataz se alza sobre el murmullo de la bulla, porque en Fuentes hasta el murmullo de la bulla es cofrade en Semana Santa.
El jarrito de
lata le sigue el paso al cántaro de agua fresquita. En la calle San Juan Bosco
hay una “paraíta”, un costalero levanta el faldón, se asoma por un zanco de la
trasera y le pregunta a un compañero de relevo, que lleva bajo su brazo el
costal de yute y de lona enrollado sobre la morcilla, si tras el paso del
Cristo van mujeres con mantillas.
Un olor a
lirio, a esparto, a torrija y pestiño se aleja y vuelve, mientras que el
tintinear de las bambalinas se distancia por la calle Mayor. El atardecer está
frío, aunque algunos nazarenos descalzos, sin capirote y con negro antifaz
echan a andar cirio en mano, cofrades de luz de la promesa de la penitencia que
todo el año la lleva guardando y que siente ese temblor en el recorrido
penitenciario.
La calle Lora
vuelve a cobrar vida con el sol temprano de la tarde del Sábado Santo, mientras
que los primeros nazarenos van subiendo con andares de penitentes, siguen a la
Cruz de Guía entre olores de incienso y de almendras garrapiñadas, por la que
fue una de las antiguas arterias comerciales de Fuentes. Ya van llegando los
pasos a la esquina de la calle Las Flores, traen un andar inconfundible, traen
el andar de los pasos del Santo Entierro: una manera de andar que no es de
ninguna Cofradía, que le salen de lo más hondo del corazón. Los capataces
alentan a sus hombres y mujeres, se acercan a los costeros y por el respiradero
lo van jaleando. Por eso los pasos andan como andan y por eso en la cuesta de
la calle Lora, los pasos lo llevan sobre los pies; no sobre los hombros.
Ya está anocheciendo y en un balcón
en cuyas rejas hay geranios, pilistras y gitanillas, una fontaniega le canta
cortando el aire, al blanco de la Borriquita, al rojo de la Humildad, al morao
de Jesús, al verde de la Veracruz y al negro de la Soledad; tienen en común que
comparten recorrido de penitente, de rezo, de reflexión y de esperanza por las
calles de Fuentes. La emoción del pueblo salta en forma de aplausos cuando esa
cantaora recorta sus frases en un atardecer lleno de luz: la luz que desprende
la Imagen de la Virgen de la Soledad de María bajando por la calle Cruzverde,
con esa mirada baja que nos impide contemplar sus cuatros lágrimas en su cara,
como si estuviera cegada por su propia pena.
La luna, que
hace acto de presencia, entre las risas y la expectación de los niños con sus
bolas de cera y el recogimiento de los mayores, poco a poco ayuda a iluminar el
recorrido.
¿Cuántos
silencios de Fuentes ha escuchado la Hermandad del Santo Entierro, mientras sus
costaleros y sus costaleras levantan sus pasos, seguido de aplausos, mientras
su Cruz de Guía se abre paso en la bulla, mientras su Cortejo sigue su camino
de penitencia, con armonía por la calle Carrera? Es la armonía de los cofrades
de la Hermandad de la Soledad de María.
Fuentes es el
único pueblo del mundo donde puede oírse el silencio en Semana Santa, silencio
de atardecer, silencio nazareno, silencio de recogimiento, silencio de Sábado
Santo, que hasta los golondrinas, que dicen que le quitaron la corona de
espinas al Señor, bajan del cielo a escuchar el silencio de Fuentes en Semana
Santa.
Y el dolor
del pañuelo de encaje transita en la mano de las vírgenes: de la Esperanza, de
los Dolores, de la Merced, del Mayor Dolor y acaba en la de Soledad de María.
El pueblo de Fuentes las recibe formando la guardia con las fragancias de los
primeros naranjos en flor. Y tras él, sus casas con rejas en las ventanas y
balcones, cuyas fachadas la blanquean para la gran fiesta, están llenos de
vida, chirriando el sonido de sus atardeceres, trayendo un sonido de espadañas
y de griterío, de calles con capirotes y de los primeros cirios que lo van
apagando, cuando el paso revira por la calle Convento mientras la banda toca
una marcha.
Cuando los
pasos están encerrados en el convento, y puestos en su sitio, en línea, nadie
se da cuenta, excepto uno de sus nazarenos de antifaz descolorido, que a su
lado, un hombre frente al paso de la Virgen de la Soledad de María, le está
rezando. Ese hombre conoce la mirada de la Virgen porque su madre la tiene
debajo del cristal en la mesilla de noche. No se da cuenta de que el del
antifaz descolorido se le acerca, toma un ramo de flores y se lo da mientras le
dice:
—Toma, para
que se las ponga en la lápida de tu madre, que éste es el primer año que no ha
podido verla. Estas flores han estado con Ella todo el recorrido.
Coge el ramo,
sale del convento y calle arriba, el hombre abraza las flores contra su pecho.
Es la mejor forma de proclamar su soledad.
Galería de fotos:
A las cinco se abre la puerta del convento, vuelve a salir la cofradía del Santo Entierro y se hace un silencio que hasta los pájaros dejan de piar. |
De repente, se escucha la voz del capataz:
— ¡A ésta es! —, cuyo eco llega hasta la última trabajadera.
|
El jarrito de lata le sigue el paso al cántaro de agua fresquita. |
El Señor del Santo Entierro, descendiendo de la Cruz. |
Virgen de la Soledad de María no este triste no tienes porque temer, que todo el pueblo de Fuentes esta a tu vera, y en abril tus costaleros te volverán a mecer. |
Un olor a lirio, a esparto, a torrija y pestiño se aleja y vuelve, mientras que el tintinear de las bambalinas se distancia por la calle Mayor. |
¿Cuántos silencios de Fuentes ha escuchado la Hermandad del Santo Entierro, mientras sus costaleros y sus costaleras levantan sus pasos, seguido de aplausos? |
Que puedo yo decir sobre la belleza de la imagen de la Virgen de la Soledad de María, vale mas una imagen que mil palabras. |
Y el dolor del pañuelo de encaje transita en la mano de las vírgenes: de la Esperanza, de los Dolores, de la Merced, del Mayor Dolor y acaba en la de Soledad de María. |
La luna, que hace acto de presencia, entre las risas y la expectación de los niños con sus bolas de cera y el recogimiento de los mayores, poco a poco ayuda a iluminar el recorrido. |
La Cruz de Guía escoltada por dos faroles que iluminan el caminar penitenciario de la Hermandad por la calle Carrera. |
Suena la Marcha Real en la banda de música y la misma voz de todos los años me dice lo de siempre: —Esta Virgen es la más bonita, dónde va a para... |
El paso de palio de la Virgen de la Soledad de María, ante la puerta del convento San José, fechado en el año 1900. |
FUENTES CONSULTADAS:
Este artículo lo redacté y fue publicado en la revista de Semana Santa de Fuentes de Andalucía, del año 2011.
Amigo Paco;otro magistral artículo sobre nuestra Semana Santa, no aclaras si lo has escrito tu o no ya que citas como fuente la revista Semana Santa 2011,de todas formas seas el autor o no te felicito por su oportunidad al insertarlo en estas fechas cercanas y si eres el autor doble felicitación.
ResponderEliminarEn cuanto al escrito te digo que me ha emocionado su inmejorable redacción y las fotografías a cual mejor.
Te reitero mis felicitaciones.
Manolo, el articulo lo escribí yo y salio en la revista de "Semana Santa 2011", que le tocaba organizar los actos a la Hermandad del Santo Entierro de la cual soy hermano.
ResponderEliminarHe tomado nota del nombre de tu padre si yo por casualidad tuviera mas documento donde viera el nombre de el.
Gracias por todo, amigo.
Amigo Paco:
ResponderEliminarMejor no se puede describir, has sabido transmitir la pasión y el amor que has puesto en tus palabras...he podido palparlo me sentía como si estuviese allí.
Preciosas fotos, todas en general, resaltar las señoras de "Mantilla", muy buena toma y como no la reliquia de foto "preciosa" y bien conservada datada de 1900, una vez decirte que ...¿como consigues estas fotos?, se que es la original.
Un oleee!!!
me gusta mucho leerte.
no tengo palabras para comentar esa maravillosa y sentida descripción que realizas. Un verdadero lujo. enhorabuena paco.
Eliminarsi tu me lo permites voy a copiarlo
Paco, no tengo palabras para expresar tu maravillosa y sentida descripción de toda la semana santa. Es un lujo. Enhorabuena
EliminarManolo Gomez Caro, tu si que eres un Lujo de Pariente. Que suerte poder contar con un primo como tu.
ResponderEliminar