— ¡Tengo una cita esta noche!
Aunque lo tengo todo preparado, no dejo de agitar la vela entre mis
manos.
Esta noche que podía estar
sentada en mi mecedora al pie de mi mesa camilla y verte pasar por las rejas de
mi ventana, estoy aquí en primera fila detrás de ti, demostrándote mi fe, impresionada,
viéndote tan de cerca sentado en el centro del montículo escarlata, dispuesta a
hacer mi primer recorrido, fogonazo que es de la nostalgia de mi vida.
Como más disfruto de verdad, es cuando entras por la calle Lora, ¡ahí sí
está mi gloria!
Un año más y un año menos, estos pensamientos míos te los dirijo a ti,
que ya estoy apurando mi soledad.
Se me van agolpando cerca de un siglo de recuerdos, mirando tu espalda
de fustigado, sobre todo cómo me enseñaste a ser y a llevar tu apellido.
En cada parada descanso mi vela y aprovecho para observarte, sin decir
nada, aunque las palabras calladas de mis pensamientos siguen hablándote; no
quiero morirme, con lo bien que estoy viviendo ahora, pero ya mis años van
cuesta arriba.
Mis padres me enseñaron a
disfrutar del olor a incienso, entremezclado con el quemar de las velas y
amenizado con el compás, ritmo y melodía de tambores y cornetas. A alabarte, a Ti
y a tu Madre, con la sencilla oración de la concentración de los cincos
sentidos hacia las cosas: la bola de cera, que los niños años tras años
almacenan compitiendo unos con otros; suavizar el esparto de los cinturones
arropando las túnicas; tocar el capirote blanco; las sandalias limpias con la
hebilla reluciente; planchar la túnica y la impoluta capa roja dispuesta a
hondear con el viento de la noche y, por último, acariciar el escudo. Ellos fueron
también los que me enseñaron los ritos que aprendieron de los suyos. He repetido
sin saberlo las ceremonias de tristezas y alegrías de cuatro generaciones
heredando yo la quinta, sin que el tiempo moviera un
varal, sin que los vaivenes del viento de la vida apagara una vela de la candelería.
Cierro los ojos: me llega el olor de las
garrapiñadas, de los cartuchitos de avellanas, de las manzanas caramelizadas, y
el olor del perfume de cuando estrenaba mi único amor, ¡hace tantos años de eso!
Él tenía eso tan difícil que es la guasa con gracia…
El penetrante olor a
incienso me hace abrir mis ojos topándome con tus espaldas que balancea entre
chicotá y chicotá.
Es hora de retomar el descanso de la vela del alumbramiento para seguir
tus pasos, tu espalda me transmite algo, vuelvo a andar, sí, ya sé que mis
andares son muy torpes y mi cuerpo vencido, pero aquí estoy esta noche, ¡con
las carreras que me pegaba delante de los municipales cuando me vestía de máscara!
Caen goterones de cera en el suelo, es como el reloj de mi vida… lenta, como
lento es el transcurso del tiempo de esta noche, mi primera noche acompañándote.
Noto la presencia de las miradas de los demás acompañantes, ¿son los
ojos de mis amigos fallecidos?, ¿están aquí esta noche? Creo que han vuelto
para hacer el mismo recorrido de cuando eran jóvenes con toda la vida por
delante, reencarnados en quienes te alumbran con ojos de cansancio, es que ya
no me van quedando amigos ni en la memoria.
Pero esta noche soy feliz como una niña, estoy cansada, muy cansada, no
sé si el próximo año podré verte, ¿estarán de luto por mi ausencia?, con la devoción
que te tengo y nunca te acompañé.
Este primer recorrido es uno menos que ya nunca más haremos juntos. En
Fuentes, y eso tú lo sabes, no cumplimos años, cumplimos estaciones; se cumple
Martes Santos, por eso los acompañantes son tan numerosos este día.
Me echarás en falta, y así te lo hago saber. Mis pensamientos son
presagios que ven y contemplan cómo el tiempo teje y desteje el manto
silencioso de la vida de las personas.
Ahora me llega otra vez el
eco del metal de las cornetas, y el ran cataplán de los tambores, es el latido
de la noche del Martes Santo que retumba en el cielo de Fuentes.
Escucho el martillo del llamador. ¡Qué Fuentes te levante, una vez más¡ Y
a pulso, lentamente tus costaleros derraman el sudor como tu sangre se derrama
por tu espalda soportando el dolor de tus heridas.
Se escucha la voz desgarradora del capataz junto con el cimbronazo del
paso que cae sobre los costales, en la madera de las trabajaderas, y me acuerdo
de mis caídas y luego de mis levantás.
Y cuando te veo revirar por la calle Cruzverde siento una gran presión
en mi corazón, mis sentidos se agudizan y en mi mente retumba tu voz:
—La próxima estación de Martes Santos, volverás.
GALERIAS DE FOTOS:
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Un año más y un año menos, estos pensamientos míos te los dirijo a ti,
que ya estoy apurando mi soledad.
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Mis padres me enseñaron a disfrutar del olor a incienso, entremezclado con el quemar de las velas y amenizado con el compás, ritmo y melodía de tambores y cornetas. |
En cada parada descanso mi vela y aprovecho para observarte, sin decir nada, aunque las palabras calladas de mis pensamientos siguen hablándote. |
Es hora de retomar el descanso de la vela del alumbramiento para seguir tus pasos, tu espalda me transmite algo. |
Se escucha la voz desgarradora del capataz junto con el cimbronazo del
paso que cae sobre los costales, en la madera de las trabajaderas, y me acuerdo
de mis caídas y luego de mis levantás.
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¡Qué Fuentes te levante, una vez más¡ Y a pulso, lentamente tus costaleros derraman el sudor como tu sangre se derrama por tu espalda soportando el dolor de tus heridas. |
No puedo evitar que mis lágrimas se derramen bajando por los surcos profundos de mi cara, al verte pasear por las calles de Fuentes. |
En
Fuentes, y eso tú lo sabes, no cumplimos años, cumplimos estaciones; se cumple
Martes Santos, por eso los acompañantes son tan numerosos este día. |
Como más disfruto de verdad, es cuando entras por la calle Lora, ¡ahí sí
está mi gloria! |
FOTOS:
“La Firma”.
“La Firma”.
Fernando
Milla González.
Este artículo lo redacté y fue publicado en la revista de Semana Santa de Fuentes de Andalucía, del año 2013.
Este artículo lo redacté y fue publicado en la revista de Semana Santa de Fuentes de Andalucía, del año 2013.
simplemente precioso !!!!!!! me a encantado ,sobre todo las fotos del cristo de la humildad al que no falto mi madre iluminándolo detrás ni un solo año ,felicidades .....
ResponderEliminarGracias Encarni Sánchez; en la siega de nuestra vida, se van formando gavillas con espigas, que son recuerdos de nuestros seres queridos. Los recuerdos de una madre nunca se olvidan.
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